El corto siglo XX

La Primera Guerra Mundial y sus Efectos

 Musicaliza esta página Carlos Gardel "Silencio".

Mapa conceptual Primera Guerra Mundial

Fragmentos de ”La época de la Guerra Total” en “Historia del Siglo XX" de Eric Hobsbawm

   La humanidad sobrevivió, pero el gran edificio de la civilización decimonónica se derrumbó entre las llamas de la guerra al hundirse los pilares que lo sustentaban. El siglo XX no puede concebirse disociado de la guerra, siempre presente aun en los momentos en los que no se escuchaba el sonido de las armas y las explosiones de las bombas. La crónica histórica del siglo y, más concretamente, de sus momentos iniciales de derrumbamiento y catástrofe, debe comenzar con el relato de los 31 años de guerra mundial. Para quienes se habían hecho adultos antes de 1914, el contraste era tan brutal que muchos de ellos, incluida la generación de los padres de este historiador o, en cualquier caso, aquellos de sus miembros que vivían en la Europa central, rechazaban cualquier continuidad con el pasado. «Paz» significaba «antes de 1914», y cuanto venía después de esa fecha no merecía ese nombre. Esa actitud era comprensible, ya que desde hacía un siglo no se había registrado una guerra importante, es decir, una guerra en la que hubieran participado todas las grandes potencias, o la mayor parte de ellas. En ese momento, los componentes principales del escenario internacional eran las seis «grandes potencias» europeas (Gran Bretaña, Francia, Rusia, Austria-Hungría, Prusia —desde 1871 extendida a Alemania—y, después de la unificación, Italia), Estados Unidos y Japón. Sólo había habido un breve conflicto en el que participaron más de dos grandes potencias, la guerra de Crimea (1854-1856), que enfrentó a Rusia con Gran Bretaña y Francia. Además, la mayor parte de los conflictos en los que estaban involucradas algunas de las grandes potencias habían concluido con una cierta rapidez. El más largo de ellos no fue un conflicto internacional sino una guerra civil en los Estados Unidos (1861-1865), y lo normal era que las guerras duraran meses o incluso (como la guerra entre Prusia y Austria de 1866) semanas. Entre 1871 y 1914 no hubo ningún conflicto en Europa en el que los ejércitos de las grandes potencias atravesaran una frontera enemiga, aunque en el Extremo Oriente Japón se enfrentó con Rusia, a la que venció, en 1904-1905, en una guerra que aceleró el estallido de la revolución rusa. (…)
    En la primera guerra mundial participaron todas las grandes potencias y todos los estados europeos excepto España, los Países Bajos, los tres países escandinavos y Suiza. Además, diversos países de ultramar enviaron tropas, en muchos casos por primera vez, a luchar fuera de su región.
    La primera Guerra Mundial … Comenzó como una guerra esencialmente europea entre la Triple Alianza, constituida por Francia, Gran Bretaña y Rusia, y las llamadas «potencias centrales» (Alemania y Austria-Hungría). Serbia y Bélgica se incorporaron inmediatamente al conflicto como consecuencia del ataque austriaco contra la primera (que, de hecho, desencadenó el inicio de las hostilidades) y del ataque alemán contra la segunda (que era parte de la estrategia de guerra alemana). Turquía y Bulgaria se alinearon poco después junto a las potencias centrales, mientras que en el otro bando la Triple Alianza dejó paso gradualmente a una gran coalición. Se compró la participación de Italia y también tomaron parte en el conflicto Grecia, Rumania y, en menor medida, Portugal. (…)
   Pero peor aún que los horrores de la guerra en el frente occidental iban a ser sus consecuencias. La experiencia contribuyó a brutalizar la guerra y la política, pues si en la guerra no importaban la pérdida de vidas humanas y otros costes, ¿por qué debían importar en la política? Al terminar la primera guerra mundial, la mayor parte de los que habían participado en ella —en su inmensa mayoría como reclutados forzosos— odiaban sinceramente la guerra. Sin embargo, algunos veteranos que habían vivido la experiencia de la muerte y el valor sin rebelarse contra la guerra desarrollaron un sentimiento de indomable superioridad, especialmente con respecto a las mujeres y a los que no habían luchado, que definiría la actitud de los grupos ultraderechistas de posguerra. Adolf Hitler fue uno de aquellos hombres para quienes la experiencia de haber sido un Frontsoldat fue decisiva en sus vidas. Sin embargo, la reacción opuesta tuvo también consecuencias negativas. Al terminar la guerra, los políticos, al menos en los países democráticos, comprendieron con toda claridad que los votantes no tolerarían un baño de sangre como el de 1914-1918. Este principio determinaría la estrategia de Gran Bretaña y Francia después de 1918, al igual que años más tarde inspiraría la actitud de los Estados Unidos tras la guerra de Vietnam. (…)
   Ambos bandos confiaban en la tecnología. Los alemanes —que siempre habían destacado en el campo de la química— utilizaron gas tóxico en el campo de batalla, donde demostró ser monstruoso e ineficaz, dejando como secuela el único acto auténtico de repudio oficial humanitario contra una forma de hacer la guerra, la Convención de Ginebra de 1925, en la que el mundo se comprometió a no utilizar la guerra química.(...) La única arma tecnológica que tuvo importancia para el desarrollo de la guerra de 1914-1918 fue el submarino, pues ambos bandos, al no poder derrotar al ejército contrario, trataron de provocar el hambre entre la población enemiga. Dado que Gran Bretaña recibía por mar todos los suministros, parecía posible provocar el estrangulamiento de las Islas Británicas mediante una actividad cada vez más intensa de los submarinos contra los navíos británicos.(..) la máquina militar alemana que, tanto en la primera como en la segunda guerra mundial, era muy superior a todas las demás. La superioridad del ejército alemán como fuerza militar podía haber sido decisiva si los aliados no hubieran podido contar a partir de 1917 con los recursos prácticamente ilimitados de los Estados Unidos.
   Si uno de los grandes ministros o diplomáticos de períodos históricos anteriores —aquellos en quienes los miembros más ambiciosos de los departamentos de asuntos exteriores decían inspirarse todavía, un Talleyrand o un Bismarck— se hubiera alzado de su tumba para observar la primera guerra mundial, se habría preguntado, con toda seguridad, por qué los estadistas sensatos no habían decidido poner fin a la guerra mediante algún tipo de compromiso antes de que destruyera el mundo de 1914. También nosotros podemos hacernos la misma pregunta. En el pasado, prácticamente ninguna de las guerras no revolucionarias y no ideológicas se había librado como una lucha a muerte o hasta el agotamiento total. En 1914, no era la ideología lo que dividía a los beligerantes, excepto en la medida en que ambos bandos necesitaban movilizar a la opinión pública, aludiendo al profundo desafío de los valores nacionales aceptados, como la barbarie rusa contra la cultura alemana, la democracia francesa y británica contra el absolutismo alemán, etc. Además, había estadistas que recomendaban una solución de compromiso, incluso fuera de Rusia y Austria-Hungría, que presionaban en esa dirección a sus aliados de forma cada vez más desesperada a medida que veían acercarse la derrota. ¿Por qué, pues, las principales potencias de ambos bandos consideraron la primera guerra mundial como un conflicto en el que sólo se podía contemplar la victoria o la derrota total?
   La razón es que, a diferencia de otras guerras anteriores, impulsadas por motivos limitados y concretos, la primera guerra mundial perseguía objetivos ilimitados. En la era imperialista, se había producido la fusión de la política y la economía. La rivalidad política internacional se establecía en función del crecimiento y la competitividad de la economía, pero el rasgo característico era precisamente que no tenía límites. «Las "fronteras naturales" de la Standard Oil, el Deutsche Bank o la De Beers Diamond Corporation se situaban en el confín del universo, o más bien en los límites de su capacidad de expansionarse» (Hobsbawm, 1987, p. 318).
   De manera más concreta, para los dos beligerantes principales, Alemania y Gran Bretaña, el límite tenía que ser el cielo, pues Alemania aspiraba a alcanzar una posición política y marítima mundial como la que ostentaba Gran Bretaña, lo cual automáticamente relegaría a un plano inferior a una Gran Bretaña que ya había iniciado el declive. Era el todo o nada. En cuanto a Francia, en ese momento, y también más adelante, sus aspiraciones tenían un carácter menos general pero igualmente urgente: compensar su creciente, y al parecer inevitable, inferioridad demográfica y económica con respecto a Alemania. También aquí estaba en juego el futuro de Francia como potencia de primer orden. En ambos casos, un compromiso sólo habría servido para posponer el problema. (…) En la década de 1900, cenit de la era imperial e imperialista, estaban todavía intactas tanto la aspiración alemana de convertirse en la primera potencia mundial («el espíritu alemán regenerará el mundo», se afirmaba) como la resistencia de Gran Bretaña y Francia, que seguían siendo, sin duda, «grandes potencias» en un mundo eurocéntrico.
   Teóricamente, el compromiso sobre alguno de los «objetivos de guerra» casi megalomaníacos que ambos bandos formularon en cuanto estallaron las hostilidades era posible, pero en la práctica el único objetivo de guerra que importaba era la victoria total, lo que en la segunda guerra mundial se dio en llamar «rendición incondicional». Era un objetivo absurdo y destructivo que arruinó tanto a los vencedores como a los vencidos. Precipitó a los países derrotados en la revolución y a los vencedores en la bancarrota y en el agotamiento material. Además, la victoria total, ratificada por una paz impuesta que establecía unas durísimas condiciones, dio al traste con las escasas posibilidades que existían de restablecer, al menos en cierto grado, una Europa estable, liberal y burguesa. (…)
Las condiciones de la paz impuesta por las principales potencias vencedoras sobrevivientes (los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Italia) y que suele denominarse, de manera imprecisa, tratado de Versalles, 1 respondían a cinco consideraciones principales. La más inmediata era el derrumbamiento de un gran número de regímenes en Europa y la eclosión en Rusia de un régimen bolchevique revolucionario alternativo dedicado a la subversión universal e imán de las fuerzas revolucionarias de todo el mundo En segundo lugar, se consideraba necesario controlar a Alemania, que, después de todo, había estado a punto de derrotar con sus solas fuerzas a toda la coalición aliada. Por razones obvias
esta era —y no ha dejado de serlo desde entonces— la principal preocupación de Francia. En tercer lugar, había que reestructurar el mapa de Europa, tanto para debilitar a Alemania como para llenar los grandes espacios vacíos que habían dejado en Europa y en el Próximo Oriente la derrota y el hundimiento simultáneo de los imperios ruso, austrohúngaro y turco. Los principales aspirantes a esa herencia, al menos en Europa, eran una serie de movimientos nacionalistas que los vencedores apoyaron siempre que fueran antibolcheviques. 
Europa antes y después de la Primera Guerra Mundial
   De hecho, el principio fundamental que guiaba en Europa la reestructuración del mapa era la creación de estados nacionales étnico-lingüísticos, según el principio de que las naciones tenían «derecho a la autodeterminación».El resultado de ese intento fue realmente desastroso, como lo atestigua todavía la Europa del decenio de 1990. Los conflictos nacionales que desgarran el continente en los años noventa estaban larvados ya en la obra de Versalles.
   La reorganización del Próximo Oriente se realizó según principios imperialistas convencionales —reparto entre Gran Bretaña y Francia— excepto en el caso de Palestina, donde el gobierno británico, anhelando contar con el apoyo de la comunidad judía internacional durante la guerra, había prometido, no sin imprudencia y ambigüedad, establecer «una patria nacional» para los judíos. Esta sería otra secuela problemática e insuperada de la primera guerra mundial. Finalmente, las potencias vencedoras trataron de conseguir una paz que hiciera imposible una nueva guerra como la que acababa de devastar el mundo y cuyas consecuencias estaban sufriendo. El fracaso que cosecharon fue realmente estrepitoso, pues veinte años más tarde el mundo estaba nuevamente en guerra. Salvar al mundo del bolchevismo y reestructurar el mapa de Europa eran dos proyectos que se superponían, pues la maniobra inmediata para enfrentarse a la Rusia revolucionaria en caso de que sobreviviera —lo cual no podía en modo alguno darse por sentado en 1919— era aislarla tras un cordon sanitaire, como se decía en el lenguaje diplomático de la época, de estados anticomunistas. Dado que éstos habían sido constituidos totalmente, o en gran parte, con territorios de la antigua Rusia, su hostilidad hacia Moscú estaba garantizada. De norte a sur, dichos estados eran los siguientes: Finlandia, una región autónoma cuya secesión había sido permitida por Lenin; tres nuevas pequeñas repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania), respecto de las cuales no existía precedente histórico; Polonia, que recuperaba su condición de estado independiente después de 120 años, y Rumania, cuya extensión se había duplicado con la anexión de algunos territorios húngaros y austriacos del imperio de los Habsburgo y de Besarabia, que antes pertenecía a Rusia. (…)
   Alemania se le impuso una paz con muy duras condiciones, justificadas con el argumento de que era la única responsable de la guerra y de todas sus consecuencias (la cláusula de la «culpabilidad de la guerra»), con el fin de mantener a ese país en una situación de permanente debilidad. El procedimiento utilizado para conseguir ese objetivo no fue tanto el de las amputaciones territoriales (aunque Francia recuperó Alsacia-Lorena, una amplia zona de la parte oriental de Alemania pasó a formar parte de la Polonia restaurada —el «corredor polaco» que separaba la Prusia Oriental del resto de Alemania— y las fronteras alemanas sufrieron pequeñas modificaciones) sino otras medidas. En efecto, se impidió a Alemania poseer una flota importante, se le prohibió contar con una fuerza aérea y se redujo su ejército de tierra a sólo 100000 hombres; se le impusieron unas «reparaciones» (resarcimiento de los costos de guerra en que habían incurrido los vencedores) teóricamente infinitas; se ocupó militarmente una parte de la zona occidental del país; y se le privó de todas las colonias de ultramar. (Estas fueron a parar a manos de los británicos y de sus «dominios», de los franceses y, en menor medida, de los japoneses, aunque debido a la creciente impopularidad del imperialismo, se sustituyó el nombre de «colonias» por el de «mandatos» para garantizar el progreso de los pueblos atrasados, confiados por la humanidad a las potencias imperiales, que en modo alguno desearían explotarlas para otro propósito(...)
   A mediados de los años treinta lo único que quedaba del tratado de Versalles eran las cláusulas territoriales. En cuanto al mecanismo para impedir una nueva guerra mundial, era evidente que el consorcio de «grandes potencias» europeas, que antes de 1914 se suponía que debía garantizar ese objetivo, se había deshecho por completo. La alternativa, que el presidente Wilson instó a los reticentes políticos europeos a aceptar, con todo el fervor liberal de un experto en ciencias políticas de Princeton, era instaurar una «Sociedad de Naciones» (es decir, de estados independientes) de alcance universal que solucionara los problemas pacífica y democráticamente antes de que escaparan a un posible control, a ser posible mediante una negociación realizada de forma pública («acuerdos transparentes a los que se llegaría de forma transparente»), pues la guerra había hecho también que se rechazara el proceso habitual y sensato de negociación
internacional, al que se calificaba de «diplomacia secreta» (…) No es necesario realizar la crónica detallada de la historia del período de entreguerras para comprender que el tratado de Versalles no podía ser la base de una paz estable. Estaba condenado al fracaso desde el principio y, por lo tanto, el estallido de una nueva guerra era prácticamente seguro....Alemania y la Unión Soviética, fueron eliminadas temporalmente del escenario internacional y además se les negó su existencia como protagonistas independientes. En cuanto uno de esos dos países volviera a aparecer en escena quedaría en precario un tratado de paz que sólo tenía el apoyo de Gran Bretaña y Francia, pues Italia también se sentía descontenta. Y, antes o después, Alemania, Rusia, o ambas, recuperarían su protagonismo.
   Las pocas posibilidades de paz que existían fueron torpedeadas por la negativa de las potencias vencedoras a permitir la rehabilitación de los vencidos. Es cierto que la represión total de Alemania y la proscripción absoluta de la Rusia soviética no tardaron en revelarse imposibles, pero el proceso de aceptación de la realidad fue lento y cargado de resistencias, especialmente en el caso de Francia, que se resistía a abandonar la esperanza de mantener a Alemania debilitada e impotente (hay que recordar que los británicos no se sentían acosados por los recuerdos de la derrota y la invasión). En cuanto a la URSS, los países vencedores habrían preferido que no existiera. Apoyaron a los ejércitos de la contrarrevolución en la guerra civil rusa y enviaron fuerzas militares para apoyarles y, posteriormente, no mostraron entusiasmo por reconocer su supervivencia. Los empresarios de los países europeos rechazaron las ventajosas ofertas que hizo Lenin a los inversores extranjeros en un desesperado intento de conseguir la recuperación de una economía destruida casi por completo por el conflicto mundial, la revolución y la guerra civil. La Rusia soviética se vio obligada a avanzar por la senda del desarrollo en aislamiento, aunque por razones políticas los dos estados proscritos de Europa, la Rusia soviética y Alemania, se aproximaron en los primeros años de la década de 1920.
   La segunda guerra mundial tal vez podía haberse evitado, o al menos retrasado, si se hubiera restablecido la economía anterior a la guerra como un próspero sistema mundial de crecimiento y expansión. Sin embargo, después de que en los años centrales del decenio de 1920 parecieran superadas las perturbaciones de la guerra y la posguerra, la economía mundial se sumergió en la crisis más profunda y dramática que había conocido desde la revolución industrial. Y esa crisis instaló en el poder, tanto en Alemania como en Japón, a las fuerzas políticas del militarismo y la extrema derecha, decididas a conseguir la ruptura del statu quo mediante el enfrentamiento, si era necesario militar, y no mediante el cambio gradual negociado. Desde ese momento no sólo era previsible el estallido de una nueva guerra mundial, sino que estaba anunciado. Todos los que alcanzaron la edad adulta en los años treinta la esperaban


Repercusiones de la Primera Guerra Mundial

      a) Sociales y demográficas:
  • Se contabilizaron aproximadamente unos diez millones de muertos, con las naturales consecuencias demográficas (falta de mano de obra y reducción del mercado interno).

  • La guerra impresionó por la enorme cantidad de muertos y mutilados que dejó
    Numerosas muertes de civiles por hambre y enfermedades.
  • Numerosas secuelas (físicas y psicológicas) en los sobrevivientes.
  • Miles de personas se desplazan de sus países por miedo a represalias. Emigración.
  • Incorporación de la mujer al sistema productivo. Esto rompió el monopolio que hasta entonces habían ejercido en él los hombres, alterando con ello los esquemas tradicionales de desarrollo del capitalismo. Durante la guerra la mujer adquirió conciencia de su capacidad para desarrollar las habilidades de los hombres y demandó un creciente protagonismo en el mercado laboral.
  • Empobrecimiento de las clases medias y surgimiento de nuevas fortunas relacionadas con la industria bélica (producción de armas) y la especulación de víveres.
  • Pérdida del poder adquisitivo de los salarios de las masas obreras. Generado fundamentalmente por la inflación. En respuesta a ello, serán protagonistas de una intensa agitación laboral, concretada en una oleada de huelgas, haciéndose eco, además, de la triunfante revolución bolchevique.

    b) Económicas
  • La Destrucción de la Gran Guerra fue extrema
    Destrucción material extrema. Francia y Bélgica fueron los países más afectados pues los combates más violentos se desarrollaron en su territorio (el sangriento frente occidental). Igualmente fueron duramente castigadas Rusia y la región fronteriza entre Italia y Austria. En toda Europa los campos de cultivo, la red de ferrocarriles, puentes, carreteras, puertos y otras infraestructuras fueron devastados. Se perdieron barcos, fábricas y maquinaria. Numerosas ciudades y pueblos fueron total o parcialmente arrasados.
  • Endeudamiento e inflación en las economías europeas. Las economías europeas quedaron gravemente afectadas obligándose a contraer pesadas deudas internas y sobre todo externas, asi como una constante y no respaldada emisión de papel moneda (se debió acudir a las reservas de oro) que provoco una gigantesca inflación. No es para menos cuando no sólo sufrió una enorme cantidad de pérdidas humanas, sino que como ha sido casi siempre, la guerra se desarrolló en ese continente y por ende en sus países, por lo que la destrucción causada a la infraestructura (ya mencionada) y sobre todo a la agricultura fue abrumadora y más si la comparamos con otros países beligerantes como Estados Unidos que no sufrió destrucción en su territorio.
  • La riqueza de los estados sufrió un dramático descenso: Francia perdió más del 30%, Alemania cerca del 25 %, el Reino Unido el 32%, Italia el 26%. Estados Unidos se vio menos afectado y su economía se colocaría a la cabeza del mundo.
  • Al término de la guerra fue necesario reconvertir las industrias que habían estado destinadas durante años a la producción de guerra. El proceso fue lento y se vio entorpecido por una crisis que se alargó hasta 1924. La "economía de guerra" dislocó el sistema productivo y eliminó de la política económica los principios del liberalismo. La tendencia se consolidó durante la posguerra fruto de las políticas de los gobiernos socialdemócratas. El intervencionismo económico del Estado fue la pauta seguida durante el período de entreguerras salvo en el caso de Estados Unidos, hasta la llegada a la presidencia de F. D. Roosevelt.
  • Estados Unidos a la cabeza de la economía mundial. prestó importantes cantidades de dinero a los aliados y les suministró abundante material bélico, bienes de equipo y víveres. Se convirtió en el mayor acreedor (más de 250 mil millones de dólares) de los países europeos, que en adelante entraron en una estrecha dependencia de los créditos norteamericanos para hacer frente a la reconstrucción económica. El dólar se convirtió junto a la libra esterlina en el principal instrumento de cambio en las transacciones internacionales y la bolsa de Nueva York consiguió el liderazgo mundial.
    c) Políticas
  • Los cuatro imperios existentes antes del conflicto (Austria-Hungría, Alemania, Turquía y Rusia) desaparecieron con sus correspondientes dinastías (Habsburgo de Austria, Hohenzollern de Alemania, Romanov de Rusia y los sultanes turcos), y fueron reemplazados por Repúblicas.
  • La revolución bolchevique, acaecida durante guerra, marcaría un hito en la historia de la humanidad por ser la primera que dio como resultado el nacimiento de un estado comunista, que jugaría un papel determinante en la historia del siglo XX.
  • Se alteró el mapa europeo y colonial. Los antiguos imperios Austro-Húngaro, Turco y Ruso sufrieron grandes pérdidas territoriales, de donde surgieron nuevos estados: Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania (perdidos por Rusia) Polonia (resurge después de 120 años con un territorio que ocupará parte de Rusia y Alemania), Yugoslavia (pueblos eslavos del sur; serbios, croatas y eslovenos), Checoslovaquia y Hungría. Esta nueva reconfiguracion del mapa europeo se inspiró en el principio de autodeterminación de los pueblos, aunque no siempre fue aplicado coherentemente.
  • Alemania perdió Alsacia y Lorena, que pasaron, nuevamente, a manos francesas, así como todos sus territorios ultramarinos.
  • El movimiento de las nacionalidades alcanzó a los territorios del Próximo Oriente asiático y surgieron los nuevos estados de Siria, Irak, Líbano, Palestina y Transjordania.
  • Se creo la Sociedad de Naciones (o Liga de Naciones), durante las conversaciones de Versalles, a propuestas del presidente estadounidense Wilson con el objetivo de garantizar la paz y el orden internacional. Eran miembros originarios los 27 Estados aliados y los 13 neutrales, quedando excluidos los países vencidos, cuya admisión debía contar con una mayoría de dos tercios. Tampoco formó parte de ella los Estados Unidos ya que el Congreso de este país jamás ratificó el acuerdo de su presidente.

    d) Ideológicas.
  • La sociedad de la posguerra fue presa de una profunda crisis de conciencia. Las secuelas del conflicto llevaron al cuestionamiento de los modelos político, social y económico imperantes desde inicios del siglo XX. El imperialismo que partía de supuestos eurocentristas, otorgando a la civilización occidental la superioridad sobre las restantes, fue puesto en tela de juicio por los pueblos colonizados que, sirviéndose de un incipiente nacionalismo, comenzaron a reivindicar la independencia respecto a sus metrópolis.
  • Surgió un peculiar tipo social: el del inadaptado a la paz y nostálgico de la guerra, que constituyó el soporte de movimientos nacionalistas revanchistas y radicales que progresaron durante el período de entreguerras. Muchos excombatientes quedaron excluidos de la vida laboral y fueron presa de un profundo desánimo al considerar que la sociedad los había excluido sin el reconocimiento de su esfuerzo y sacrificio.
  • Hubo colectivos que no aceptaron el fin de la guerra y denunciaron los tratados de paz hecho especialmente significativo en Alemania donde Hitler denunció lo que consideraba injusta supeditación de su país a los tratados de paz.
  • La pérdida de valores humanistas se reflejó en el arte, la literatura y la música y sirvió de empuje a movimientos como el expresionismo, el dadaísmo y el surrealismo.


    Efectos de la Primera Guerra Mundial para América Latina

    El desarrollo y posterior fin del conflicto bélico mundial tuvo incidencia y repercusiones en todos los puntos del planeta, desde su epicentro en el continente europeo, golpeando en un segundo nivel a países involucrados en regiones como Norteamérica, Medio Oriente, Sudeste Asiático y norte del continente africano.
    Pero las repercusiones también afectaron a países que si bien no participaron del enfrentamiento y además se ubicaban distantes del campo de batalla, habían intensificándo los vínculos comerciales existentes con anterioridad con las potencias europeas, como es el caso de los países latinoamericanos donde el impacto se centra en aspectos de carácter económico y social.

    • El desarrollo sin límites presentado por el sistema capitalista en las últimas décadas del siglo XIX, sostenido por las políticas imperialistas europeas, había llevado a establecer importantes vínculos comerciales entre las potencias y los territorios latinoamericanos. El desarrollo de la confrontación cambió ese orden establecido por los europeos, en favor del emergente imperialismo norteamericano. Esto se apreciará en los años posteriores a la Gran Guerra.
    • El desarrollo de la guerra, el cual sorprendió a los europeos por su extensión y los costos que debieron enfrentar las naciones, obligó a cambiar las políticas mercantiles con Latinoamérica y poner fin a sus pretensiones en estos territorios. En este aspecto América Latina observó como las inversiones europeas comenzaban a estancarse para luego desaparecer en un lapso relativamente breve. Si bien este proceso comienza en 1914, con el inicio del conflicto, culmina con el retiro de las inversiones francesas en el transcurso de 1923. El vínculo entre ambas partes del planeta quedó supeditado a la venta de materias primas por parte de los americanos a los países europeos contendientes, que por su condición de tal debieron dirigir sus industrias hacia una economía de guerra y dejan de producir artículos de primera necesidad; por otra parte los continuos bombardeos destruyeron cultivos esenciales para la producción de alimentos necesarios para alimentar a la población y los ejércitos en el frente de batalla. Si bien en general esta situación beneficia a los países americanos, también se pudo observar como aquellos que contaban con una producción más elaborada se vieron damnificados ante el cese de las exportaciones provenientes del sector secundario. Muchos países obtuvieron enormes beneficios del comercio en tiempos de guerra, entre los que se puede citar a Brasil, Argentina y Uruguay; en el caso uruguayo el ingreso de divisas fue de tal importancia que la economía alcanzó niveles muy importantes, lo que derivó en que su denominación de “Suiza de América”, en relación a su bienestar económico y su pequeñez territorial.
    • La mayoría de las naciones americanas se enfrentaron a otro problema, les fue sumamente necesario orientarse hacia el desarrollo de industrias locales destinadas a suplantar los productos que ya no se podían importar desde el viejo continente. Para muchos países lationamericanos, será el inicio de la Industria de Sustitución de Importaciones (ISI), que se abordará detenimadamente más adelante.
    • Si bien hasta el momento sólo se han señalado efectos en el orden económico no podemos olvidar la transformación social de muchas sociedades americanas, en especial aquellas que se ubican en las costas atlánticas, puesto que es el océano el que permite la llegada de importantes contingentes de inmigrantes que se establecerán principalmente en Brasil, Argentina y Uruguay. La conformación de nuevas sociedades cosmopolitas nos ha legado innumerables aspectos de orden cultural (idiomas, comidas, usos, conocimientos, oficios, etc.) y costumbres relacionadas al desarrollo de la actividad laboral; que han estructurado y potenciado las riquezas de las sociedades.
    • Pero la transformación más sustancial se encuentra en el plano político: el desplazamiento de los intereses británicos por el imperialismo norteamericano. El orden mundial posterior a la guerra posicionó a EE.UU. como potencia mundial y su política imperialista se direccionó al sur de su territorio, desde la política del “Gran Garrote” (Big Stick) aplicada por T. Roosvelt a la posterior “política del buen vecino” desarrollada por Franklin Roosvelt. Por otra parte los estadounidenses buscaron el apoyo de Latinoamérica a partir del fortalecimiento de la Unidad Panamericana.

      La realidad mostró las intenciones imperialistas norteamericanas en su máxima expresión sobre los territorios del Caribe y norte de América del Sur. Se produjo una fuerte y profunda explotación por parte de grandes empresas norteamericanas de los yacimientos de petróleo venezolano, las minas de cobre en Perú, el estaño boliviano y el nitrato chileno, entre los recursos más importantes.
      Como lo señalamos anteriormente, la zona Caribeña debido a su cercanía estaba directamente bajo la influencia estadounidense y las débiles democracias existentes permitían la injerencia extranjera. Es en la región caribeña donde existían las denominadas “repúblicas bananeras” que fueron explotadas en cuanto a recursos y mercados. Los gobiernos locales se transformaron en “gobiernos títeres” de los intereses extranjeros, que permitieron el establecimiento de compañías norteamericanas que desarrollaron la explotación de los recursos de la tierra mediante la monoproducción de bananas, caña de azúcar y café, según las características del país y la explotación de las reservas petrolíferas.
      Si bien las consecuencias directas de la Guerra Mundial recayeron sobre los estados europeos, no es menor la situación que le tocó sobrellevar a América Latina durante el periodo de entre guerras, posteriormente el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial tendrá consecuencias similares.

    Selección de textos de“América Latina. El imperialismo permanente. La era de las intervenciones. (1898-1933)” de Rodrigo Quesada Monge


    *NOTA* Entrecomillado y en letra cursiva es cita textual; dentro de la cita, entre paréntesis y en letra normal, nota o aclaración del editor.

    Las Intervenciones norteamercianas...
           “Entre 1890 y 1930, el nuevo expansionismo norteamericano, produjo más de cuarenta intervenciones en el Caribe. Aunque algunas fueron cortas, otras fueron de más larga duración, pero ninguna superó la sufrida por Nicaragua. La ocupación de 1912-1933 representó el último gran esfuerzo de los norteamericanos por convertir al país centroamericano en un “pequeño Estados Unidos” y, de paso, sentar los fundamentos para que su ejemplo se expandiera por el resto de América Latina.
    Aunque no generó un gobierno militar, que administrara directamente los asuntos nacionales, como en Cuba (1898-1902), República Dominicana (1916-1924), o Haití (1915-1934), la ocupación de Nicaragua fue devastadora, pues no sólo condujo al país a una guerra civil (1926-1927), sino que también le dejó una de las herencias político-militares más detestables en América Central: la dictadura por más de cuarenta años (1934-1979) de la familia Somoza (…)
    La figura de Augusto César Sandino (1895-1934) es de proporciones heroicas, pues con un puñado de campesinos, mal entrenados, mal comidos y nutridos solamente con una gran pasión nacionalista y patriótica, logró combatir de forma aguerrida y lúcida, a la alianza que los Estados Unidos había articulado con la oligarquía nicaragüense, desde que el Presidente Santos Zelaya fuera obligado a dejar el poder en 1909. Aunque el empresariado norteamericano no invirtió grandes sumas de dinero en Nicaragua, durante esta época, la oligarquía nicaragüense y los grandes terratenientes siempre encontraron en el mercado de los Estados Unidos, al mejor aliado para profundizar las deformaciones agro exportadoras de la economía nacional burguesa.
    Esta alianza imperialista recibiría la bendición con el asesinato de Sandino en 1934, la fundación de la Guardia Nacional y la entronización de la dinastía de los Somoza, quienes llegarían a construir una de las dictaduras más odiadas de América Latina. Pero, además, con Nicaragua, el imperialismo permanente de los Estados Unidos, pondría a prueba su capacidad de manipulación, y sus afanes por convertir a la América Central y al Caribe en los estados satélites que necesitaba para protegerse las espaldas, sobre todo después de la conclusión del Canal de Panamá en 1913, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, cuando concluiría en un baño de sangre la etapa del imperialismo histórico. La historia de la construcción del Canal de Panamá (1903-1913), es otro de estos pasos iniciales para darle forma a un imperialismo permanente que se guarda para sí las mejores lecciones de la etapa anterior, y abre un nuevo capítulo en la historia de las intervenciones, invasiones y violencia que lo han caracterizado hasta el presente”

    El canal de Panamá
    ...el nacimiento del Canal de Panamá fue algo más que la construcción de una vía interoceánica... Con este canal venía a la América Central un nuevo universo político, económico, social y cultural. Cuando Teddy Roosevelt decía que Panamá no era una nación sino únicamente un canal, recogía igualmente el cosmos imperialista que estaba por nacer, y desconociendo a las personas, de la manera más prepotente imaginable, registraba un evento con el cual, también, le estaba diseñando la historia nacional al pueblo panameño (…)

    Caricatura alusiva a la política del "gran garrote"
    En una carta del 4 de noviembre de 1903, dirigida a su hijo Kermit, Teddy Roosevelt reflexionaba sobre lo que había significado para él y su administración como Presidente de los Estados Unidos, el haber tenido que fiscalizar y vigilar muy de cerca los vaivenes políticos y diplomáticos de Colombia con relación al Istmo de Panamá. «En este momento estoy al tanto del asunto con Panamá. Por más de medio siglo hemos resguardado el Istmo de Panamá en beneficio de los intereses de esa pequeña y salvaje República de Colombia. Pero Colombia se ha portado de manera ingrata con relación al tratado para construir un canal a través del Istmo, y no pretendo interferir en la insurrección que se avecina, porque no generaría ninguna ganancia ni gratitud de parte del Gobierno de Colombia. De ahora en adelante cualquier interferencia que yo asuma la haré en nombre de los intereses de los Estados Unidos y del pueblo panameño. Sé que vendrán momentos muy activos y que recibiré críticas, pero al final lograré enderezar todo este asunto. Tu amante padre».
    Cartas como esta provocaron, durante bastante tiempo, un debate y una discusión importante acerca de la profundidad y dimensiones de la participación de Roosevelt en el levantamiento panameño de 1903 que condujo a la independencia de Panamá de la República de Colombia. Eran cartas que trazaban claramente las líneas imperiales e ideológicas que buscaban justificar las acciones promovidas por la Doctrina Monroe. Crearon también entre algunos historiadores norteamericanos, la convicción de que Roosevelt había tenido una ingerencia muy tibia en la revuelta panameña contra los colombianos (…)
    El Presidente de los Estados Unidos insistía en que, desde que Vasco Núñez de Balboa había cruzado el istmo de Panamá, hacía más de cuatrocientos años, muchos habían pensado en la construcción de una canal en esa zona, pero nunca habían ido más allá de simples conversaciones y negociaciones. Había llegado el momento de actuar, según él, y, desde que, en 1846, se logró un acuerdo en ese sentido con la República de Nueva Granada, la predecesora de la República de Colombia y de la actual República de Panamá, según sus propias palabras, los Estados Unidos obtuvieron el derecho de tránsito a través del istmo por cualquier medio que fuera a utilizarse. El compromiso del gobierno norteamericano consistía en garantizar la neutralidad y el libre tránsito a través del istmo (…)
    El Canal de Panamá fue concluido en 1913, precisamente cuando, en Europa, se veía venir una de las guerras más devastadoras de que tenga memoria la humanidad. Era el momento ideal para que la faraónica obra de ingeniería probara su gigantesca utilidad, y al mismo tiempo obligara al gobierno de los Estados Unidos, a ponerse al día en todo lo concerniente a las nuevas prácticas imperialistas que exigía la situación. Hemos dicho, con razón, que el Corolario Roosevelt era en realidad un nueva doctrina impulsada por el imperio norteamericano, en virtud de que el Canal de Panamá los había obligado a modernizar sus nociones de geografía y a readecuar todas sus viajes nociones del espacio (…)


    Efectos de la Gran Guerra
    América Latina ineludiblemente se vio afectada por el desmoronamiento de ese viejo orden internacional del que hablamos, en el que jugara un papel tan influyente Gran Bretaña, la única potencia industrial del siglo XIX que en realidad salió fortalecida durante la construcción del orden europeo pos napoleónico, un orden que, con algunas modificaciones, permanecería sumamente productivo hasta 1930. El impacto sobre los latinoamericanos fue diverso, y perturbó no sólo aquellos aspectos relacionados con la economía política, sino también con el desarrollo de los movimientos sociales, convirtiendo a la América Latina, en una de las regiones neo coloniales donde los experimentos económicos, sociales y políticos, frustrados o cooptados en Europa, florecieron con mayor beligerancia y vigor.
    La onda migratoria, y la expansión de la actividad económica internacional, apuntalada por el imperialismo a partir de los años setenta del siglo XIX, convertirían a los países latinoamericanos... en los principales abastecedores de Europa de materias primas, alimentos, metales preciosos y nuevas fuentes de trabajo, dentro de un mundo que estaba experimentando, posiblemente, la onda larga de crecimiento más rica y variada desde la crisis posterior al cierre de las guerras napoleónicas.
    La expansión del comercio exterior y de la inversión hacia la América Latina no fue uniforme, estable y sostenida. Como en la mayor parte de los escenarios económicos y sociales de la época, también se vio impactada por las crisis, las contracciones y la depresión, a lo largo de un período (1873-1896), que puede ser considerado el de mayores y más violentos contrastes económicos y sociales... La Gran Guerra inicialmente interrumpió el flujo de las exportaciones, debido a una contracción violenta de la navegación, pero pronto la restauración de los mercados aceleró la espiral inflacionaria en la región, tanto así como para provocar agresivas, y no siempre bien organizadas, reacciones de parte de los trabajadores.
    Las élites gobernantes... iniciaron una etapa en la que las dictaduras y los mandatos autoritarios estuvieron a la orden del día, sobre todo en vista de lo que estaba ocurriendo en Rusia por esos años; pero además, la guerra había dejado claro que después del desplome de la economía europea, y particularmente la británica, el lógico sucesor serían los Estados Unidos...
    En América Latina, los años que median entre 1919 y 1933, fueron años de una gran inestabilidad, pues las transformaciones en el entramado económico, político y social internacional, produjeron ajustes en nuestros países que no siempre dieron la talla ante los problemas planteados. Las consecuencias para los países latinoamericanos, de un escenario tan desdibujado, fueron más bien contradictorias. Al caer la producción industrial, y cerrarse las posibilidades de absoluto dominio del mercado mundial por parte de los Estados Unidos, a pesar de su reluctancia de convertirse en el líder de la recuperación financiera y monetaria internacional, se posibilitó no sólo una reanimación de la competencia inglesa, sino que la crisis favoreció directamente el desarrollo económico de nuestros países. Este proceso se gestó a costa de grandes convulsiones sociales, golpes de estado y gobiernos ilegítimos que no pudieron soportar la caída de los precios de los productos tradicionales de exportación. Pero a la larga la crisis había actuado como una especie de barrera proteccionista para estimular el desarrollo de la actividad manufacturera local, que podía ahora abastecer a los mercados nacionales de productos que antes importaba. Es claro que esas importaciones habían creado, desde la segunda parte del siglo XIX, un mercado consumidor, muy selectivo es cierto, pero consumidor al fin, que en ese momento se beneficiaba con una mayor complejización de la economía (…)
    En el período de entreguerras, los capitales británicos comenzaron a ser desplazados por los estadounidenses, fracturando al continente latinoamericano en dos áreas de influencia. “Si consideramos los casos de Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Perú con respecto al comercio exterior, podríamos observar que estos cinco países habían absorbido alrededor del 70% del intercambio mercantil del continente con Inglaterra. Del conjunto de estos países destacaron los vínculos económicos de Argentina con el Imperio Británico. Un cuadro similar nos presentó el comercio de México, Cuba, Colombia, Venezuela y la Argentina con respecto a los Estados Unidos, al concentrar también un 70% del intercambio comercial global con ellos (…)
    los años que se ubican entre 1913 y 1939, no sólo le posibilitaron (a América Latina) imaginar, diseñar y, con frecuencia, alcanzar, un grado mayor de independencia respecto a lo que acontecía en la economía mundial, sino que también le abrió a los latinoamericanos una válvula de escape para la enorme cantidad de tensiones sociales que venían acumulándose desde finales del siglo XIX...”

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