El corto siglo XX

La evolución del bloque Socialista durante la Guerra Fría



 Musicaliza: Dean Reed (El Elvis Rojo).   "No nos Moverán" (versión en español)

“El Socialismo real”

Hobsbawm. (Selección de fragmentos)

   "(...) En 1945 las fronteras de la región que se escindía del mundo capitalista se ampliaron considerablemente. En Europa pasaron a incluir toda la zona comprendida al este de una línea que iba, aproximadamente, del río Elba en Alemania hasta el Adriático, incluyendo toda la península balcánica menos Grecia y la pequeña parte que Turquía conservaba en Europa. Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y Albania pasaron a la zona socialista, así como la parte de Alemania ocupada por el ejército rojo después de la guerra y convertida en la República Democrática Alemana en 1954. La mayoría de las zonas que Rusia perdió como consecuencia de la guerra y la revolución después de 1917, y un par de territorios que antes habían pertenecido al imperio austrohúngaro, los recuperó también o los adquirió la Unión Soviética entre 1939 y 1945. Mientras tanto, se produjo una enorme ampliación de la futura zona socialista en el Extremo Oriente con la llegada al poder de regímenes comunistas en China (1949) y en parte de Corea (1945), y de lo que había sido la Indochina francesa (Vietnam, Laos, Camboya) después de una guerra de treinta años (1945-1975). La zona comunista se amplió todavía un par de veces algo más tarde, en ambas oca-siones en el hemisferio occidental —Cuba (1959) y algunos países africanos en los años setenta—, pero, en lo esencial, el área socialista había quedado configurada al llegar a 1950. Gracias a la enorme población de China, incluía aproximadamente a la tercera parte de la población mundial, aunque el tamaño medio de los países socialistas, con la excepción de China, la URSS y Vietnam (58 millones de habitantes) no era muy grande: su población iba de los 1,8 millones de habitantes de Mongolia a los 36 millones de Polonia. Esta era la parte del mundo cuyos sistemas sociales, a partir de un momento determinado de los años sesenta, pasaron a conocerse, en la terminología ideológica soviética, como países del «socialismo real»; un término ambiguo que implicaba o sugería que podía haber otras clases distintas y mejores de socialismo, pero que en la práctica esta era la única que funcionaba. También fue esta la zona cuyos sistemas sociales y económicos, además de sus regímenes políticos, se desmoronaron por completo en Europa en el tránsito de la década de los ochenta a la de los noventa...
   Lo primero que hay que decir acerca del área socialista es que durante la mayor parte de su existencia formó un subuniverso autónomo y en gran medida autosuficiente política y económicamente. Sus relaciones con el resto de la economía mundial, capitalista o dominada por el capitalismo de los países desarrollados, eran muy escasas...
    Por razones evidentes, había pocos movimientos humanos entre el «primer mundo» y el «segundo», aunque algunos países de la Europa del Este empezaron a fomentar la industria turística a partir de los años sesenta. La emigración y los desplazamientos temporales a países no socialistas estaban estrechamente vigilados, y a veces eran prácticamente imposibles. Los sistemas políticos del mundo socialista, que eran básicamente imitaciones del sistema soviético, no tenían equivalente en el resto del mundo. Se basaban en un partido único fuertemente jerarquizado y autoritario que monopolizaba el poder estatal —en realidad, suplantaba en ocasiones al estado— y que gestionaba una economía de planificación centralizada, e imponía (por lo menos teóricamente) un credo marxista-leninista único a los habitantes del país. .. Durante largos períodos fue muy poca la información sobre sí mismos que esos países dejaron salir, y muy poca la del resto del mundo que dejaron entrar. ..
   El hecho fundamenta! de la Rusia soviética era que sus nuevos gobernantes, el Partido Bolchevique, no esperaban que sobreviviese en el aislamiento... Ninguna de las condiciones que Marx y sus seguidores habían considerado necesarias para el establecimiento de una economía socialista estaban presentes en esta masa ingente de territorio que era un sinónimo de atraso social y económico en Europa. Los fundadores del marxismo creían que la función de una revolución en Rusia sería tan sólo la de precipitar el estallido revolucionario en los países industrializados más avanzados, donde se daban las condiciones previas para la construcción del socialismo... Para Lenin, Moscú sólo sería la sede temporal del socialismo hasta que pudiese trasladarse a su capital permanente en Berlín... Cuando resultó evidente que la Rusia soviética iba a ser, y no por poco tiempo, el único país donde había triunfado la revolución proletaria, la única política lógica que podían hacer los bolcheviques era la de transformar su economía y sociedad de atrasada en moderna lo antes posible. La manera más obvia de conseguirlo era combinar una ofensiva general contra el atraso cultural de las masas, contra su oscurantismo, ignorancia, analfabetismo y superstición, con una campaña en todos los frentes en pos de la modernización tecnológica y de la revolución industrial. El comunismo soviético se convirtió, por lo tanto, en un programa para transformar países atrasados en avanzados.... Como los países que se unieron a este sistema eran también economías primitivas y agrícolas, con la excepción de Checoslovaquia, de la futura República Democrática Alemana y, en menor medida, de Hungría, la fórmula económica soviética también les parecía adecuada, y sus nuevos gobernantes emprendieron la tarea de construcción económica con verdadero entusiasmo. Además, la fórmula parecía eficaz. En el período de entreguerras, y sobre todo durante los años treinta, el ritmo de crecimiento de la economía soviética superó al de los demás países, salvo Japón, y en los primeros quince años que siguieron a la segunda guerra mundial las economías del «campo socialista» crecieron considerablemente más deprisa que las de Occidente ...
    Stalin, que presidió la edad de hierro de la URSS... fue un autócrata de una ferocidad, una crueldad y una falta de escrúpulos excepcionales o, a decir de algunos, únicas. Pocos hombres han manipulado el terror en tal escala. No cabe duda de que, bajo el liderazgo de alguna otra figura del Partido Bolchevique, los sufrimientos de los pueblos de la URSS habrían sido menores, al igual que la cantidad de víctimas. No obstante, cualquier política de modernización acelerada de la URSS, en las circunstancias de la época, habría resultado forzosamente despiadada, porque había que imponerla en contra de la mayoría de la población, a la que se condenaba a grandes sacrificios, impuestos en buena medida por la coacción. La economía de dirección centralizada responsable mediante los «planes» de llevar a cabo esta ofensiva industriahzadora estaba más cerca de una operación militar que de una empresa económica. Por otro lado, al igual que sucede con las empresas militares que tienen una legitimidad moral popular, la industrialización salvaje de los primeros planes quinquenales (1929-1941) ganó apoyo gracias a la «sangre, sudor y lágrimas» que impuso a la gente...
    En resumen, el sistema soviético estaba pensado para industrializar un país muy atrasado y subdesarrollado lo más rápidamente posible, dando por sentado que la población se conformaría con un nivel de vida que garantizaba unos mínimos sociales y que se hallaba algo por encima del de subsistencia, si bien su nivel exacto dependía de lo que sobrara en una economía organizada para una continua industrialización. Por más ineficiente y derrochador que fuera el sistema, estos objetivos se cumplieron. En 1913, el imperio de los zares, con el 9,4 por 100 de la población mundial, generaba el 6 por 100 del total de las «rentas nacionales» del mundo y el 3,6 por 100 de la producción industrial. En 1986 la URSS, con menos del 6 por 100 de la población del planeta, generaba el 14 por 100 de las «rentas nacionales» del mundo y el 14,6 por 100 de la producción industrial."

   "Los estados comunistas que nacieron después de la segunda guerra mundial, o sea, todos menos la URSS, estaban dirigidos por partidos comunistas formados o configurados según el patrón soviético, es decir, estalinista. Eso es válido hasta cierto punto incluso para el Partido Comunista chino, que se independizó de Moscú en los años treinta bajo la dirección de Mao Tse-tung, aunque seguramente lo es menos en el caso de quienes se adhirieran posteriormente al «campo socialista» procedentes del tercer mundo: la Cuba de Fidel Castro y diversos regímenes africanos, asiáticos y latinoamericanos de corta duración surgidos en los años setenta, y que tendían a amoldarse a los cánones soviéticos. En todos ellos encontramos sistemas políticos monopartidistas con estructuras de autoridad muy centralizadas; una verdad cultural e intelectual promulgada oficialmente y determinada por la autoridad política; economías de planificación central; y hasta la reliquia más evidente de la herencia estalinista: la magnificación de la personalidad de los dirigentes supremos.
    Los nuevos regímenes europeos de los años cuarenta, aunque sólo fueran posibles gracias a la victoria del ejército rojo, no fueron impuestos exclusivamente por la fuerza de las armas más que en cuatro casos: Polonia, la Alemania ocupada, Rumania (donde el movimiento comunista local lo formaban unos pocos centenares de individuos, en su mayoría de origen étnico no rumano) y, en lo esencial, Hungría. En Yugoslavia y Albania, eran más o menos de origen local; en Checoslovaquia el 40 por 100 de los votos obtenidos por los comunistas en las elecciones de 1947 reflejaba su verdadera fuerza en aquellos momentos, y en Bulgaria la influencia comunista estaba reforzada por el sentimiento rusófilo generalizado en el país. La llegada del comunismo al poder en China, Corea y la antigua Indochina francesa —o, mejor dicho, después de las divisiones de la guerra fría, en las mitades septentrionales de estos dos últimos países— no debía nada a las armas soviéticas, aunque a partir de 1949 los regímenes comunistas más pequeños disfru tasen durante algún tiempo del apoyo chino. Las adhesiones subsiguientes al «campo socialista», empezando por Cuba, se habían producido por iniciativa propia, aunque los movimientos guerrilleros de liberación de África podían contar con el firme apoyo del bloque soviético. Sin embargo, incluso en los estados en que los comunistas se impusieron en el poder gracias al ejército rojo, los nuevos regímenes disfrutaron al principio de una legitimidad temporal y, durante cierto tiempo, de un genuino apoyo popular... Por impopulares que fuesen el partido y el gobierno, la propia energía y determinación que ambos aportaban a la tarea de reconstrucción de la posguerra recibió una amplia aunque reticente aprobación. El éxito de los nuevos regímenes en esta tarea resulta difícil de negar. En los países agrícolas más atrasados, tal como hemos visto, el compromiso comunista con la industrialización, o sea, con el progreso y la modernidad, tuvo resonancia mucho más allá de las filas del partido. ¿Quién podía dudar de que países como Bulgaria y Yugoslavia avanzaban más deprisa de lo que parecía probable o incluso posible antes de la guerra? ...
    Políticamente, los estados comunistas, autóctonos o impuestos, empezaron a formar un bloque único bajo el liderazgo de la URSS, que, por motivos de solidaridad antioccidental, contó también con el apoyo del régimen comunista que se adueñó por completo de China en 1949, aunque la influencia de Moscú sobre el Partido Comunista chino había sido escasa desde que Mao Tse-tung se había convertido en su líder indiscutible a mediados de los años treinta... La actitud de Stalin hacia los estados y países comunistas de la parte de Europa ocupada por el ejército soviético fue menos conciliadora, en parte porque sus ejércitos seguían presentes allí, pero también porque creía que podía contar con la lealtad de los comunistas a Moscú y a su persona. Se sorprendió en 1948 cuando la dirección comunista de Yugoslavia, tan leal que Belgrado había sido designada como sede de la Internacional Comunista reconstruida durante la guerra fría (la Oficina de Información Comunista o Cominform) hacía sólo unos meses, llevó su resistencia a las directivas soviéticas hasta el punto de la ruptura abierta, y cuando el llamamiento de Moscú a la lealtad de los buenos comunistas, puenteando a Tito, apenas recibió respuesta alguna en Yugoslavia. Su reacción, muy característica, fue la de extender las purgas y los procesos públicos a la dirección de los demás satélites comunistas. No obstante, la secesión de Yugoslavia no afectó al resto del movimiento comunista. El desmoronamiento político del bloque soviético empezó con la muerte de Stalin en 1953, pero sobre todo con los ataques oficiales a la era estalinista en general y, con mayor cautela, al propio Stalin, en el XX Congreso del PCUS en 1956. Aunque su público fuese soviético y muy limitado —a los comunistas extranjeros no les dejaron asistir al discurso de Kruschev—, pronto corrió la noticia de que el monolito soviético se había roto. El efecto dentro de la zona europea de dominio soviético fue inmediato. A los pocos meses, una nueva dirección de reformadores comunistas de Polonia recibía la pacífica aprobación de Moscú (seguramente con el consejo de China) y estallaba una revolución en Hungría. En este país, el nuevo gobierno, bajo la dirección de otro reformador comunista, Imre Nagy, anunció el fin del monopartidismo, algo que los soviéticos podrían haber tolerado —había división_de opiniones acerca de este punto entre ellos—, pero también la retirada de Hungría del Pacto de Varsovia y su futura neutralidad, que los soviéticos no estaban dispuestos a tolerar. La revolución fue aniquilada por el ejército ruso en noviembre de 1956.
   En regímenes tan ostensiblemente dominados por la política, no cabe trazar una línea divisoria clara entre acontecimientos políticos y económicos. Así, los gobiernos de Polonia y de Hungría no pudieron dejar de hacer concesiones a sus pueblos, que habían demostrado con tanta claridad su falta de entusiasmo por el comunismo. En Polonia, la agricultura se descolectivizó, aunque esto no la hiciese más eficiente, y, lo que es más significativo, la fuerza política de la clase trabajadora, potenciada por la propia industrialización, recibió a partir de entonces un reconocimiento tácito. Al fin y al cabo, fue un movimiento industrial en Poznan lo que precipitó los acontecimientos de 1956. Desde entonces hasta el triunfo de Solidaridad a finales de los años ochenta, la política y la economía polacas estuvieron dominadas por el enfrentamiento entre un objeto inmóvil, el gobierno, y una masa irresistible, la clase trabajadora, que, sin organizar al principio, acabó configurando un movimiento obrero típico, aliado como de costumbre a los intelectuales, y al final formó un movimiento político, tal como Marx había predicho; sólo que la ideología de este movimiento, como hubieron de observar melancólicamente los marxistas, no era anticapitalista, sino antisocialista. Los enfrentamientos solían producirse debido a los intentos periódicos del gobierno polaco de recortar los gravosos subsidios al coste de los productos de primera necesidad, aumentando su precio, lo cual provocaba huelgas, seguidas (después de una crisis de gobierno) de una retirada. En Hungría, los dirigentes impuestos por los soviéticos después de la derrota de la revolución de 1956 fueron de un reformismo más auténtico y eficaz. Bajo la dirección de János Kádár (1912-1989), emprendieron la liberalización sistemática del régimen (posiblemente con el apoyo tácito de sectores influyentes de la URSS), la reconciliación con las fuerzas opositoras y, en la práctica, la consecución de los objetivos de 1956 dentro de los límites que la URSS considerase aceptables, algo en lo que consiguieron un notable éxito hasta los años ochenta. No fue ese el caso de Checoslovaquia, políticamente inerte desde las despiadadas purgas de principios de los años cincuenta,  pero que emprendió una cautelosa tentativa de desestalinización. Por dos razones distintas, el proceso 
fue cada vez a más durante la segunda mitad de los años sesenta. Los eslovacos (incluyendo el sector eslovaco del Partido Comunista), que nunca se habían sentido del todo a gusto en el estado binacional, apoyaron la oposición potencial dentro del partido. No es una coincidencia que el hombre elegido como secretario general en un golpe en el seno del partido fuese eslovaco, Alexander Dubcek.
    No obstante, sin que guardasen relación con estos hechos, las presiones en favor de la reforma de la economía y de la introducción de cierta medida de racionalidad y flexibilidad en el sistema de planificación soviético se hicieron cada vez más difíciles de resistir en los años sesenta. Como siempre —algo inevitable, dada la estructura de los estados comunistas— la reforma vino de arriba, es decir, del interior del partido. La «pri-mavera de Praga» de 1968, precedida y acompañada por un fermento y una agitación político-culturales, coincidió con el estallido mundial de radicalismo estudiantil... El «programa de actuación» del Partido Comunista checoslovaco puede que hubiese sido aceptable —o no— para los soviéticos, aunque llevaba la dictadura de un solo partido peligrosamente cerca de la democracia multipartidista. Sin embargo, la cohesión, y tal vez la existencia misma del bloque soviético de la Europa del Este parecían estar en juego, al revelar y aumentar la «primavera de Praga» las grietas que existían en su seno. Por un lado, los regímenes de línea dura y sin apoyo popular, como los de Polonia y Alemania del Este, temían que la situación interna de sus países se desestabilizara siguiendo el ejemplo checo, que criticaron duramente; por otro lado, los checos recibieron el apoyo entusiasta de la mayoría de los partidos comunistas europeos, de los reformistas húngaros y, desde fuera del bloque, del régimen comunista independiente de Tito en Yugoslavia, además del de Rumania, que, desde 1965, había empezado a marcar distancias con Moscú por cuestiones de nacionalismo bajo la dirección de un nuevo líder, Nicolae Ceaucescu (1918-1989)... Tanto Tito como Ceaucescu visitaron Praga, y el público les dio una bienvenida de héroes. Por eso Moscú, aunque no sin divisiones ni dudas, decidió derrocar el régimen de Praga por la fuerza de las armas. Este hecho demostró ser el fin del movimiento comunista internacional con centro en Moscú, que ya se había resquebrajado con la crisis de 1956. Sin embargo, esto mantuvo unido al bloque soviético durante veinte años más, aunque a partir de entonces sólo por la amenaza de una intervención militar soviética. En los últimos veinte años del bloque soviético, incluso los dirigentes de los partidos comunistas en el poder parecen haber perdido toda fe en lo que hacían.
    Mientras tanto, y con independencia absoluta de la política, la necesidad de reformar o cambiar el sistema de economía dirigida de tipo soviético se fue haciendo cada vez más urgente. Por un lado, las economías desarrolladas no socialistas crecían y prosperaban como nunca... aumentando la ya considerable diferencia entre ambos sistemas, algo que resultaba especialmente visible en Alemania, donde los dos convivían en partes distintas del mismo país. Por otro lado, el ritmo de crecimiento de las economías socialistas, que había superado al de las economías occidentales hasta la segunda mitad de los años cincuenta, empezó a flojear a ojos vista...
    En los años sesenta se hicieron intentos por flexibilizar el sistema, esencialmente mediante la descentralización, en la práctica totalidad del bloque soviético, y también en la URSS... Con excepción de las reformas húngaras, las demás no tuvieron éxito apreciable y, en varios casos, apenas llegaron a arrancar o (como en Checoslovaquia) no fueron autorizadas por razones políticas.
Hobsbawm, E. El Socialismo Real en Historia del siglo XX. Pág. 

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La Unión Soviética hasta 1982


La Unión Soviética: la última fase de Stalin


   Los efectos de la segunda guerra mundial sobre la Unión Soviética fueron dramáticos. El número de muertos se cifra en más de veinte millones y la mayor parte de su infraestructura y de su industria quedaron destruidas. Pero la tenaz lucha contra el nazismo había fortalecido al régimen de Stalin y la Unión soviética obtuvo el reconocimiento de las otras potencias vencedoras que le reservaron un lugar destacado en las conferencias de paz.
   Stalin acumuló todo el poder del Estado, del partido y del ejército. Desde 1924 a 1929 fue eliminando las figuras más relevantes del Estado y del partido, con el objetivo de convertirse en único jefe. Lanzó a la URSS a una revolución total, basada en la colectivización y la industrialización intensivas, matando y deportando a millones de campesinos. Creó un culto en torno a su figura que elevaba a proezas sus actividades cotidianas. Convertido en héroe del comunismo, reanudó su política de persecución contra disidentes y críticos del partido con el apoyo de una fiel policía política.  La política de hechos consumados que siguió a la guerra le permitió, con escasa oposición, la anexión de una amplia franja de territorios limítrofes a su frontera occidental: Europa oriental quedó bajo el control de su ejército.
   Para la reconstrucción de su arruinada economía recurrió a las pautas anteriores: propiedad estatal de los medios de producción y planes quinquenales. Estos dieron prioridad al desarrollo de la industria pesada y a la fabricación de armas convencionales, exigencia derivada del enfrentamiento con Occidente. A la consecución de estos objetivos se sacrificó el desarrollo del sector agrario y de la industria de bienes de uso y consumo, manteniendo un bajo nivel de vida que dejaba sin recompensa material los esfuerzos del pueblo soviético.

El postestalinismo: Kruschev.
Tras el fallecimiento de Stalin en 1953, se inició la lucha por la sucesión. Después de un período de dirección colectiva Nikita Kruschev fue elegido primer secretario general del partido. En el XX Congreso del PCUS, en febrero de 1956 pronunció una dura crítica contra Stalin y sus métodos de gobierno. De esta manera comenzó la desestalinización, impulsada al año siguiente por el relevo de los dirigentes del partido y del gobierno, cuya presidencia fue asumida también por Kruschev en 1958. La rehabilitación de los perseguidos, las reformas en las enseñanzas técnicas y la mayor libertad para los soviets y los sindicatos supusieron una tímida apertura tras la rigidez estaliniana.
   El nuevo líder propuso una política económica diferente para pasar del socialismo de acumulación primitiva; capaz de producir grandes cantidades de acero y productos industriales básicos, al “socialismo industrial moderno” que introducía los criterios de excedente y de beneficio y defendía la producción de bienes de consumo. Para ello se estableció un plan septenal -entre 1959 y 1965-, más operativo y con mayores posibilidades de revisión que los quinquenales. A través del mismo se persiguió:
• Resolver los problemas de abastecimiento de alimentos, mediante un impulso de la agricultura: roturación de tierras vírgenes en Kazajstán, Uzbekistán y Siberia occidental. Esta preocupación por la agricultura y el bienestar campesino provocó un aumento de la producción.
• Potenciar la industria de bienes de consumo, para elevar el nivel de vida medio; reformar y ampliar la red de transportes y desarrollar la explotación de fuentes de energía.
• Permitir a las empresas agrícolas e industriales la venta de los excedentes para; una vez cubierto el cupo impuesto por los planificadores, obtener algún beneficio.

En política exterior, la superioridad en la carrera espacial y el nuevo talante permitieron que se produjese la fase de la coexistencia pacífica. Con estas medidas intentó acelerar el desarrollo de la Unión Soviética para alcanzar, según sus cálculos, en 1970 el nivel de vida de los Estados Unidos. Sin embargo, la política de Kruschev fracasó debido a:
• las malas cosechas y la falta de abonos, el agotamiento de la tierras vírgenes y la ausencia de estímulo del campesinado no favorecieron el incremento de la producción, con lo que los problemas agrícolas continuaron.
• no se logró mejorar el nivel de vida de los soviéticos.
• la carrera de armamentos y la burocratización impidieron el avance en la producción ansiado por Kuschev.

Esta última circunstancia, unida a la lucha por el poder en el seno del partido, debilitó la posición del líder soviético que llegó a ser acusado en el Comité Central de errar en su previsión económica, de concentrar el poder y de practicar el amiguismo y el culto a la personalidad. Por ello fue relevado de sus cargos el 14 de octubre de 1964.

La era Breznev.
   Leónidas Breznev se convirtió en primer secretario del partido tras la caída devKruschev. Su gestión, entre 1964 y 1982, se caracterizó por el estancamiento. Impuso una rígida burocratización en la política y fijó la “doctrina Breznev”, como el derecho a intervenir en los asuntos internos de los países socialistas amigos. Se frenó el impulso reformista de Kuschev y la política soviética regresó al hermetismo de los tiempos de Stalin. El fortalecimiento del ejército rojo fue una prioridad de la política soviética, presentado como una necesidad para frenar al imperialismo capitalista. El ejército garantizó la presencia soviética en los países aliados y se empleó la represión contra los descontentos. La costosa industria armamentística impidió el desarrollo de otras más productivas.
    Breznev reemprendió la planificación tradicional; lo que supuso el descenso de la producción industrial y agraria. El retraso tecnológico repercutió en la baja calidad de tos productos, se extendió la corrupción y se desarrolló un amplio “mercado negro”, que buscaba paliar la escasez de productos. El malestar social se hizo cada vez más evidente y la sociedad soviética se alejó de una clase política incapaz de resolver los graves problemas del sistema.


Las Democracias Populares hasta 1985

Los orígenes de las democracias populares en Europa oriental 
Las tropas soviéticas habían liberado Europa oriental de la ocupación nazi. Las promesas iniciales hechas por Stalin en Yalta a los aliados occidentales de celebrar elecciones libres en Polonia y otros Estados quedaron sin efecto. Durante los años que siguieron a la guerra mundial, en los países de ocupación soviética se constituyeron repúblicas populares que copiaron el modelo soviético. Su establecimiento siguió el mismo proceso en todos ellos, con variantes nacionales derivadas de su tradición histórica y de la mayor o menor resistencia al comunismo de Moscú, veamos las fases de implantación del comunismo en esos países: 

1. Formación de gobiernos provisionales de concentración, integrados por comunistas de prestigio en puestos claves.
2. Triunfo comunista en elecciones bajo supervisión soviética y unificación o federación del Partido Comunista con el Socialista y otros próximos ideológicamente.
3. Constitución de nuevos gobiernos comunistas con actitudes cercanas a la línea estalinista, que actuaron contra miembros de otros partidos o disidentes del propio.
4. Proclamación de repúblicas populares con elecciones de lista única, reconocimiento de los derechos sociales al trabajo, la educación y la sanidad y Constituciones basadas en la soviética.

  A comienzos de los años cincuenta, la Unión Soviética, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, la República Democrática Alemana. Bulgaria, Albania y Rumanía formaron un bloque cohesionado sobre el que se había instaurado un férreo control soviético, a través de la ideología y de los partidos comunistas. El sometimiento se reforzó con la creación de organismos de integración como el CAME y el Pacto de Varsovia.

El CAME (COMECON) y el Pacto de Varsovia.
   Los países del Este europeo siguieron las directrices económicas marcadas por Moscú. En una primera etapa se llevó a cabo la reforma agraria y la nacionalización de bancos e industrias al tiempo que se establecieron planes con ayuda de la Unión Soviética.
   A partir de 1950, se impuso la colectivización, parcial e incompleta, de la tierra y el desarrollo de la industria pesada. En enero de 1949 se creó el CAME o COMECON, Consejo de Ayuda Mútua Económica como reacción frente al Plan Marshall. Se concibió como una asociación económica de Estados soberanos y estuvo constituida por la Unión Soviética, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria, a los que luego se unió Albania y, en 1950, la República Democrática Alemana.
   El CAME cobró relevancia a partir de 1956 en que promovió la planificación conjunta. Creó un espacio común de intercambios, con precios alterados políticamente para conseguir el equilibrio de las balanzas comerciales; e impuso una división internacional del trabajo por la que cada país abastecía al mercado común con unos productos previamente asignados. Todo el sistema se orientó a satisfacer las necesidades de la Unión Soviética que no permitió una diversificación de las actividades económicas en los países miembros, fundamental para el desarrollo armónico de sus economías nacionales.
   Los países del bloque del Este, en mayo de 1955, constituyeron el Pacto de Varsovia en respuesta a la adhesión a la OTAN de la República Federal de Alemania. Según sus estatutos fue una organización para la cooperación militar conjunta, si bien proporcionó a los soviéticos el mecanismo de intervención en los países del bloque.

Resistencias y tensiones en el bloque comunista.
   El modelo de Estado soviético y la hegemonía de Moscú sobre países con culturas y situaciones económicas distintas no fue siempre aceptada de buen grado.

a) La ruptura de Yugoslavia con la Unión Soviética (1949).
   En Yugoslavia, único país donde los partisanos o guerrilleros de Tito habían expulsado a los alemanes antes de la entrada de los soviéticos, el líder croata Josip Broz, Tito, presidió el gobierno provisional y se adhirió a los principios socialistas. En 1945 creó la República Popular Federativa de Yugoslavia, pero no aceptó las directrices de Moscú, y en 1948 rompió la colaboración con la Unión Soviética. Por primera vez se anunció la existencia de un Estado socialista independiente y Tito proclamó su "vía nacional yugoslava al socialismo”. Se desarrolló un socialismo autogestionado y el país sobrevivió gracias a las ayudas occidentales. En 1956, tras su reunión en la ciudad yugoslava de Brioni con Nasser y Nehru, Tito se convirtió en uno de los líderes del movimiento de países no alineados.
   El ejemplo yugoslavo causó gran preocupación en 1a Unión Soviética y dio lugar a depuraciones en los Estados del bloque para eliminar comunistas nacionalistas y “titoístas”.

b) Los años cincuenta y la insurrección de Hungría (1956).
   Las primeras muestras de descontento en los Estados socialistas tuvieron lugar en Berlín oriental en 1953, con motines y manifestaciones reprimidas por la intervención de los soldados soviéticos.
   En Polonia 1956 los obreros llevaron a cabo una huelga contra los bajos salarios y las largas jornadas
que concluyeron con la readmisión de Wladislaw Gomulka como primer secretario del Partido Unificado Polaco.
  En Hungría, en 1956, el primer ministro Imre Nagy admitió en su gobierno a políticos no comunistas. Anunció el fin del régimen de partido único y el abandono del Pacto de Varsovia, con lo que el país se convertiría en un Estado neutral. Pero las tropas soviéticas entraron Budapest el 4 de noviembre, el movimiento húngaro fue derrotado y Nagy detenido y ejecutado en 1958.

c) La Primavera de Praga (1968).
   Checoslovaquia era el país de Europa oriental con mayor tradición democrática. Sólo el nazismo había podido doblegarla y, sin embargo, mediados de los sesenta se había convertido en un Estado policial. En enero de 1968, Alexander Dubcek se convirtió en el primer secretario del Partido Comunista y anunció la evolución hacia un “socialismo de rostro humano” que, sin abandonar los principios solidarios del comunismo, implantase la democracia y un sistema de libertades en su país. En abril, elprograma de los reformistas defendió la rehabilitación de las víctimas de las purgas, el restablecimiento del Parlamento democrático, el fin de la censura y la autorización de los partidos. Fue la “primavera de Praga”. El 20 de agosto los tanques soviéticos aplicaron la “doctrina Breznev” e invadieron el país. La resistencia pasiva de los checos fue vencida, las libertades conseguidas se anularon y Dubcek y los reformistas fueron sustituidos por dirigentes fieles a Moscú.

d) Polonia y Solidaridad.
   Las endémicas huelgas obreras en Polonia llevaron en 1980 a la paralización de los astilleros del Báltico. Pero esta vez añadieron peticiones políticas a sus demandas sociales. Los huelguistas, organizados en el sindicato Solidaridad y con Lech Walesa al frente, consiguieron un acuerdo con el gobierno. Éste reconoció el derecho a la huelga, la existencia de sindicatos independientes, la reducción de la censura y la concesión de mayores libertades para la Iglesia católica. En 1981 el general W. Jaruzelski, presidente del gobierno, impuso la ley marcial, detuvo a Walesa y al resto de líderes obreros y suprimió todas las mejoras conseguidas. El sindicato, con el apoyo de la Iglesia, siguió actuando en la clandestinidad hasta que en 1988 consiguió negociar de nuevo con el gobierno. Paradójicamente la clase obrera se levantaba contra un régimen que había nacido para liderar cambios en beneficio del proletariado.

e) La crisis del sistema comunista.
   Los países comunistas europeos mantenían a mediados de los ochenta la planificación de la economía, los principios políticos de la democracia popular y su vinculación a través del CAME y el Pacto de Varsovia. El sistema, sólido en apariencia, encubría graves deficiencias. La carencia de productos básicos era permanente, el aparato industrial resultaba anticuado y en las fábricas los obreros permanecían ociosos, sin trabajo durante días, por falta de suministros. El despilfarro de materias primas era habitual y la contaminación no se controlaba.
   Los numerosos burócratas constituían una elite social improductiva y sin iniciativas. Las promesas de
democratización se aplazaban con la excusa de hacer frente a la amenaza occidental y la represión política actuaba con contundencia contra los disidentes.

China 

Los orígenes del Partido Comunista Chino.
   En China había caído en 1912 el último emperador a través de una revolución de corte nacionalista dirigida por el Kuomintang o Partido Nacionalista Chino. Pero lejos de controlar la situación el país permaneció en el caos y la anarquía en muchas zonas. En 1921 surgía el Partido Comunista Chino dirigido por Mao Tse Tung que en 1927 rompió con los nacionalistas e inició un levantamiento que de forma intermitente enfrentaría a esos dos partidos. A través de la Larga Marcha Mao, vencido, se retira a una zona remota del país donde conformaron toda la ideología y estructura que el partido tendría en un futuro. La invasión japonesa de Manchuria en 1931 supuso una nueva etapa de colaboración entre las dos fuerzas. Derrotados los japoneses en 1945, la guerra civil se reanudó, hasta que los comunistas desencadenaron en 1949 una gran ofensiva que obligó a los nacionalistas a buscar refugio en la isla de Formosa, convertida en Taiwán o China Nacionalista.

La China de Mao Tse Tung (Mao Zedong).

a) Instauración de la República Popular China.
El 1 de octubre de 1949, los comunistas proclamaron la República Popular China. Se iniciaba la construcción de una república socialista con la Unión Soviética como modelo y guía. En febrero de 1950 se firmó el pacto de amistad y ayuda mutua con Moscú por el cual técnicos y maquinaria soviéticos contribuirían al desarrollo del nuevo estado. El maoísmo se convirtió en el nuevo soporte ideológico. Se acometió la reforma agraria los grandes latifundistas fueron expropiados y la tierra se repartió entre los campesinos que formaron cooperativas agrarias según el modelo soviético. La industria y las infraestructuras se nacionalización. Las nuevas autoridades aplicaron medidas fiscales en beneficio de los más desfavorecidos. La intervención del ejército chino enla guerra de Corea en apoyo de los comunistas produjo el alejamiento definitivo de la revolución china de los Estados Unidos y retrasó la toma de medidas económicas en el interior del país. En 1953 se inició el primer plan quinquenal que centró su atención en el desarrollo de la industria pesada y la obtención de carbón y de energía eléctrica. La producción agraria se impulsó para conseguir el autoabastecimiento que se logró en buena medida a pesar del grave inconveniente que supuso la falta de tecnología cualificada.
La Constitución de 1954 permitió la existencia de regiones autónomas sobre el papel y concentró los poderes en el Estado y en el partido con Mao como figura destacada al frente de ambos organismos.

b) El «gran salto adelante».
Mao realizó una autocrítica del comunismo chino en 1957 al denunciar los excesos que su implantación había costado: la vida de 8.000.000 de personas. En su discurso de las ”Cien Flores”, estableció la metáfora de que debían florecer en China cien escuelas de pensamiento como cien flores, solicitaba la colaboración de los intelectuales y la apertura de un debate que rectificase los errores de la revolución.
   La crítica solicitada de los intelectuales fue, sin embargo duramente contestada por el partido que radicalizó su política frente a la propuesta de Mao y las “Cien Flores” dejaron de existir antes de su eclosión. Los comunistas proclamaron el “gran salto adelante”- como rectificación e impulso del proyecto socialista. En 1958 se crearon las comunas populares unidades de trabajo y de vida ubicadas en entornos rurales dedicadas a la explotación sistemática del territorio que ocupaban. Liu Shao Chi principal impulsor de esta nueva política sustituyó en 1959 a Mao Tse Tung, el gran timonel, en la presidencia de China. Pero los errores de planificación y una cadena de catástrofes naturales retrasaron el gran salto adelante y en muchos lugares las comunas desaparecieron.
   El enfrentamiento con Moscú que comenzó en 1957 con el abandono de la tutela soviética sobre la económica se hizo definitivo en 1962 cuando Kruschev fue acusado por China de traicionar la revolución mundial por su retirada en la crisis de los misiles. En 1964 la república Popular China explosionó su primera bomba atómica y se convirtió en una nueva potencia del socialismo, su éxito había completo.

c) La revolución cultural.
El enfrentamiento entre Mao Tse Tung y los burócratas del gobierno y del partido llevó al veterano líder a iniciar la revolución cultural y proletaria en 1966. Millones de guardias rojos, militantes juveniles del partido, y los actores más radicales del comunismo chino con Lin Piao al frente, dirigieron turbulentas persecuciones contra la burocracia, el elitismo y el aburguesamiento en favor de un igualitarismo absoluto y de los principios revolucionarios contenidos en el Libro Rojo. Muchos intelectuales funcionarios y miembros del partido fueron humillados y acusados de revisionistas, perdieron sus empleos, sus vidas o fueron deportados. El presidente Liu Shao Chi y el secretario general del partido, Deng Xiao Ping fueron destituidos. Las manifestaciones, concentraciones y acciones violentas se multiplicaron por todo el país, hasta que en abril de 1969 cesaron los disturbios por la intervención del ejército. El congreso del partido de abril de ese año devolvió sus poderes a Mao y Lin Piao fue proclamado su sucesor y Chu En Lai confirmado como primer ministro. En el fondo todo había sido un intento de Mao por recuperar un poder que se le escapaba de las manos.

d) Los últimos años de Mao.
   A partir de 1969 la China revolucionaria se estabilizó. El país se abrió a Occidente al tiempo que se agravó el enfrentamiento con la Unión Soviética. En 1971 se produjo su ingreso en la ONU y ocupó un
puesto permanente en el Consejo de Seguridad tras la expulsión de Taiwan. Los líderes perseguidos durante los tiempos convulsos de la revolución cultural fueron rehabilitados y Lin Piao murió al estrellarse el avión en el que huía hacia la Unión Soviética según la explicación oficial china tras fracasar su golpe de Estado contra Mao con el que pretendía revitalizar el radicalismo revolucionario.

3. La China postmaoista.
A la muerte del "gran timonel" en 1976 se desató una cruel lucha por el poder entre los fieles maoístas y los reformistas del rehabilitado Deng Xiao Ping que concluyó con la victoria de estos últimos. El nuevo líder del maoísmo fortaleció el ejército y los nuevos planes se centraron en el desarrollo de la agricultura, la industria y las ciencias. A finales de los ochenta entró en vigor la política del hijo único para frenar el aumento demográfico en China, con severas amenazas para quienes no la cumpliesen. En 1988 se inició la apertura económica mediante la legalización de la propiedad privada de la tierra y de la pequeña empresa privada. Asimismo se establecieron las llamadas zonas económicas especiales, enclaves industrializados con economía de mercado permitida. La tolerancia de las autoridades hacia prácticas capitalistas ha contrastado con su inmovilismo político con un grupo dirigente cerrado y contrario a cualquier participación democrática. Ello ha permitido abusos en la economía causantes de fuertes desigualdades en un país con un bajo nivel de vida. En junio de 1989 se produjo una protesta de
estudiantes en la plaza de Tiananmen de Pekín que reclamaron durante días la democratización del sistema, pero fueron reprimidos con dureza por el ejército. Así se puso fin al equivalente chino de las revoluciones europeas contra los regímenes comunistas y el poder de las elites del partido se afianzó.













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